Los descubrimientos científicos y tecnológicos están presentando desafíos inéditos a las democracias modernas. Las nuevas tecnologías buscan condicionar las libertades humanas de adentro hacia afuera y sus efectos, imperceptibles en la superficie, son sumamente efectivos.

Para la ciencia la supuesta libertad humana no es tal. Los seres humanos toman decisiones, sí, pero éstas nunca son independientes. Cada una de ellas depende de ciertas condiciones biológicas y sociales que escapan a su control.

Las empresas y gobiernos, munidas de muchos datos y de una gran capacidad informática pueden predecir nuestras decisiones, pero no falta tanto para que también puedan, si así lo desean, manipular nuestros sentimientos. El reciente caso de Facebook y Cambridge Analytica dejó al descubierto que, contando con datos personales de los usuarios, si alguien se lo propone puede construir la información necesaria para manipular a los, en el caso mencionado, votantes.

La propaganda y la manipulación no son ninguna novedad en la historia de la humanidad. Sin embargo, históricamente actuaron en forma masiva. Hoy eligen sus objetivos, no sólo para ofrecer productos, sino también figuras políticas e ideologías. Este fenómeno se suma a que las grandes redes de publicidad (como Facebook, Google y, ahora también, las compañías telefónicas) proveen de sofisticadas herramientas para diseñar y ejecutar campañas de propaganda, medir el impacto y adaptar los mensajes para mejorar la performance; todo esto de manera automatizada y asistida por técnicas de Inteligencia Artificial.

Cuando la humanidad entienda que no somos los individuos libres que creíamos ser y nos conozcamos mejor a nosotros mismos, descubriremos un tipo de libertad completamente nuevo.

Hasta ahora, nos identificabamos firmemente con nuestros deseos y buscábamos la libertad necesaria para cumplirlos ¿Qué sucederá cuando observemos con cuidado la próxima idea que surja en nuestra mente y nos preguntemos de dónde ha venido?

La inteligencia artificial y la bioingeniería están a punto de cambiar el curso de la evolución, y resultará clave desarrollar nuevas ideas y proyectos políticos y sociales más acorde con las realidades científicas y las capacidades tecnológicas del siglo XXI.